Te escribo sobre los muebles
rayados por los años
y espero que estés conmigo
para que yo pueda contar con vos.
Y si canto este cuento,
voy contando el momento
entre estos cuadros viejos
lo que va pasándome.
No vengo de otra costa
de exiliados ni homenajes,
ni alabanzas ni falsa idolatría,
ni coronas de espigas ni de estrellas.
Una ruta insegura pero de la estatura
de un amor de la bruma que se fue con el sol.
Vengo a decirte:
Que la libertad no sirve
si nacimos para títeres.
Que los sueños son de oro
aunque en tierra firme la tierra sea de otros.
Que la verdad no viene en racimos
y se oxida en boca del asesino.
La señora Justicia anda enferma,
por las noches alguien le arranca las vendas.
Espero que lo comprendas,
espero que me comprendas.
Después de todo,
¿quién soy yo para darte estos consejos?
Cada cual aprende de sus tropiezos.
El hijo que no tengo vendrá un día
a completar lo que yo no podía.
Hay que plantar un árbol en cualquier parte.
Demasiadas cosas para desanimarte.
Te lo digo con el corazón como una ofrenda:
vale más perder el tiempo que las fuerzas.
Espero que lo comprendas,
espero que me comprendas.
(Rosario, 1956)
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